Cuarta Parte

Eran exactamente niños cantando un himno, pero no me daba cuenta cuál. Y entonces me di cuenta por qué: era un tango, no un himno, pero era Madreselvas, el tango que me habían enseñado en la escuela y lo solíamos cantar algunas veces en algunos actos. Me reí ahí mismo y tanteé el picaporte, pero estaba cerrado. La puerta estaba cerrada con llave. Otra vez la frustración. Bajé la cabeza y me quedé así un momento, sintiendo el olor a encierro de ese lugar. ¡Puta madre! Y entonces oí el ruido de alguien que metía una llave y me abrió la puerta. Era una señora vestida como empleada de limpieza, que me sonrió y se alejó por el pasillo hacia adentro mientras yo le daba las gracias y miraba al montón de niños todos ordenaditos cantando un tango. Me dio el sol en la cara y en los hombros y sentí un escalofrío que me bailó por dentro. Y primero temblé y después me puse a llorar, tapándome tan fuerte la cara con las manos que me dolió la nariz. Lloré de no sé qué, no quería que me viera nadie pero tampoco quería salir de ahí porque sabía que si me alejaba iba a dejar de llorar, me iba a alejar de los estímulos y era eso lo que me hacía llorar y yo... yo quería llorar un rato más, necesitaba llorar un rato más. Los niños cantando, el sol dándome de lleno, las puertas del encierro abiertas... Llorar un rato era como respirar. Me senté entonces en el piso contra la pared, agaché la cabeza y moqueé un rato. Cuando recordé que el fusible debía seguir flojo y que era exactamente el puto fusible lo que me había llevado hasta allí, levanté la vista. La empleada de limpieza había vuelto y barría el piso del patio. Ya no había niños ni estaba el carrito de panchos que había visto. Había hojas desparramándose. Enroscándose con el viento. Empecé a irme para casa, entonces. Me levanté y busqué la salida. En todo el camino seguía escuchando Madreselvas en mi cabeza y me dieron ganas de llegar a casa y poner un tango, así que me fijé eso como meta y empecé a pensar en cuál tango. ¿Julio Sosa? Pero cuando llegué a casa me distraje. Apenas al entrar oí que sonaba el teléfono y atendí. Era Eliana. Mientras la escuchaba tratando de tentarme sexualmente, el olor de la casa, mi olor, me batió una soledad que fue muy fuerte como para esquivarla, y con todo lo vivido cargándolo en el pecho, mejor era no pasar la noche solo, así que le dije que se viniera aunque tampoco estaba seguro de eso. ¿De qué mierda estaba seguro? De nada. Hacía años que no estaba seguro de nada y me enorgullecía de eso tipo "es mejor vivir en el terreno de la incertidumbre y adaptarse, improvisar". ¡Valiente! Y pajero también. Ahora no tenía absolutamente nada y no había nada que me enganchara el pecho hacia algún lugar. Pero bueno. Me serví un whisky, me desnudé, puse música hindú y entré a bañarme. Música hindú pero medio electrónica. Capaz, pensé mientras me enjabonaba, que esta podía ser una noche de sexo descansado y mañana me levantaría con ganas de algo. De última me gustaban los besos de Eliana y capaz hasta podía convencerla de llegar a un coito en lugar de pajearme como siempre con su mano tan suave. Yo qué sé. ¿Ella no querría coito porque tenía miedo de enamorarse de mí? Capaz era eso. Porque hay gente que piensa que el sexo lleva de inmediato al amor y cosas así. Capaz que de pajearme no le pasaba nada, pero la mina sentía que si pasábamos a otra cosa, tipo sexo de pene y vagina, ya era abrazarnos desnudos y había mucho más contacto y mucha más cosa en juego, tipo que la vagina es un lugar super íntimo y solamente debe ser compartida con una persona medio especial, el hombre que ames o algo así. ¿Y yo? ¿Yo la amaba? No, jamás. Pero sí es cierto que me gustaba mucho estar con ella y me sentía muy cómodo con mi pene en su mano, sentía que ella lo cuidaba y que me cuidaba, como si mi pene y yo fuéramos compañeros y ella nos tuviera cariño a ambos. Es medio difícil de explicar, pero me sentía re cómodo con ella y eso era lo que importaba. ¡Ahí me di cuenta de que ella nunca había venido a mi casa! Ahora era yo el que tenía que hacerla sentir cómoda. ¿Le gustaría el vino? Tenía un cabernet que había sobrado del cumpleaños de mi hermano y era bueno. ¿Cuánto tomaba Eliana? No tenía idea si le gustaba el alcohol... De hecho capaz que ella ni venía a quedarse toda la noche, capaz que quería hacerme una paja, sentir mi verga caliente y dura en la mano, escucharme gemir y sentirme a acabar y ta, se ponía la campera, me sonreía y se iba. ¿Y yo estaba pensando en tomar un vino y comer algo? ¿Acostarme en la misma cama con ella? Abrí el estante del medio del placard de la cocina y saqué la bolsa de papas chips, pero solamente tenía eso. Si quería maní o alguna longaniza... ¿Y si ella no venía a comer? La llamo y le pregunto. Salí del baño, atravesé el comedor en calzoncillos y oliendo a desodorante, cuando llegué al teléfono me pareció que todo estaba como siempre pero... había algo raro en el comedor... Lo primario, me dije, era llamar a Eliana a ver si quería picotear alguna cosa con un vino, pero ahí me di cuenta que había algo en la mesa del comedor que me llamó la atención... El color... Era un marrón ligeramente más clarito que el de siempre. Ahora medio que todas las mesas son de ese color que se llama tabaco y mi mesa era así, pero estaba más clara y más... Me acerqué y la toqué. Nada. Pero cuando afiné la vista me di cuenta de que parecía como si estuviera pintada de hace poco. ¡Imposible! Sonó el timbre, Eliana no podía ser tan rápido. Me puse un jogging y la campera, me calcé las pantuflas y salí al patio derecho al galponcito. Pasé por al lado de mi celular tirado en el pasto. Me costó mucho abrir, como siempre, porque esa cerradura está muy oxidada. ¿Cuánto hacía que no pensaba en el fusible? Cuando abrí me quedé medio helado: dos latas de pintura sintética del color de la mesa estaban ahí. Una abierta vacía, y la otra cerrada y manchada. ¿Qué...? Sonó de vuelta el timbre. ¡¿Quién entró en mi casa a pintar la mesa?! Me llega un mensaje al celular y me acerco y chequeo. Álvaro me esperaba en la barraca para comprar las varillas. ¡Que se vaya a cagar, pensé! ¡Alguien entró en mi casa, me están tocando timbre y ahora viene Eliana a coger o a hacerme una paja o a comer algo! ¡Carajo! ¡Me enfurecí! ¡Claro, pará un poco, carajo!